Aunque hay quien cree que puede ser tonto o superficial, la ficción (y sobre todo la ‘ciencia ficción’) es una veta de enriquecimiento muy importante para las diferentes corrientes de pensamiento humano.
Por un lado, la ficción libera nuestras mentes de la cotidianeidad (aunque sea momentáneamente) y nos coloca en situaciones con las que de otra manera tal vez nunca nos toparíamos, forzándonos a pensar y razonar de maneras ajenas a nosotros mismos. Nos hace reflexionar y nos enseña valores que tal vez en el momento sentimos distantes, pero que para otros son parte de su vida diaria y de este modo logramos empatizar con ellos, al menos en parte, ampliando nuestra visión del mundo.
Además, soñar es seguro y barato. Echar a volar nuestra imaginación no pone en riesgo nuestra integridad física ni consume nuestros bienes materiales; no nos denigra ni provoca por si misma el odio de los demás para con nosotros; por eso es tan placentero, pero también, por eso es tan importante. Es parte del proceso de juego que a veces pensamos que solo lo hacen y necesitan los niños, y se nos olvida su función vital a cualquier edad. Y es que tan solo pensando en el verdadero significado de la palabra ‘recreación’, nos podemos dar cuenta que aunque tontamente la tomamos casi siempre como sinónimo de ‘diversión’, en realidad, implica algo mas, es decir, el ‘re-crear’ significa ‘re-construir’ o ‘simular’ y ensayar situaciones potencialmente problemáticas y peligrosas para poder resolverlas adecuadamente cuando estas se presenten.
Imaginar nos inspira, nos muestra las cosas que podríamos llegar a ser y tener en el futuro. Puede mostrarnos la idealización de nosotros mismos o simplemente nos permite alcanzar etéreamente nuestros anhelos lejanos, pero también nos puede mostrar las consecuencias desastrosas de aquello que preferimos y/o debemos evitar. En la ficción podemos encontrar todas las potencialidades y probabilidades, e incluso las improbabilidades e imposibilidades.
Como fuente de referencia y documentación, nos dice que hubo otros antes de nosotros que se atrevieron a pensar diferente al grueso de la población, salirse de las paredes imaginarias que nosotros mismos nos forjamos y usar variables con valores impensables. Por eso, no podemos negar la influencia y la importancia de las obras de ficción, muchas veces menospreciadas, no solo por los que las consideran meras pérdidas de tiempo, sino incluso por quienes las consumimos y que en ocasiones no somos capaces de aprovechar su trasfondo y su gran valía.
Pero mas allá de eso, la ficción nos permite construir laboratorios virtuales con las características deseadas en los que podemos poner a prueba muchos de nuestros propios planteamientos. Es completamente libre y podemos ser tan selectivos como lo deseemos. Nos permite convertirnos no solo en parte de las masas influenciados por esas ‘grandes mentes’, sino en esas ‘grandes mentes’ que podemos influir sobre los demás.
Al ofrecernos la capacidad de representar incluso escenarios completamente irreales o imposibles la ficción, a través de la narrativa, se convierte en un puente entre las ideas abstractas y el mundo tangible. Es por eso que muchos filósofos e intelectuales han usado sus obras de ficción para exponer sus sistemas de ideas de formas mucho más comprensibles.
Las herramientas con las que se construyen estos puentes tienen diferentes nombres y formas e incluyen las analogías, paralelismos o incluso parodias, sátiras y sarcasmo, ya que la ficción es selectiva, y nos permite mostrar solo aquellos rasgos que queremos resaltar omitiendo los que son irrelevantes. Es decir, puede usarse para dibujar una caricatura de la realidad humana.
Las Utopías y las Distopías son los escenarios extremos en los que podemos colocarnos para analizar de fondo la naturaleza humana, pero también podemos crear ambientes que aunque irreales, sean factibles. Por supuesto, cada autor puede manipular los factores y personajes involucrados de manera que apoyen su perspectiva y es ahí donde cada uno de nosotros deberá juzgar si en efecto, el planteamiento y las conclusiones son válidas o por lo menos, acordes a nuestra forma de pensar y de sentir. Por supuesto, también es muy común que más que darnos o proponernos respuestas, lo importante de una obra son las preguntas que plantea y deja en la mente del receptor.
En la sociedad actual, la ficción es vista más bien como un producto más, una herramienta de la industria del entretenimiento que deja millones a nivel mundial, ya sea en forma de libros, revistas, películas, juegos, programas de televisión, etc. Mucho de lo que está a nuestro alcance puede no ser más que eso, algo que nos sirve para matar el tiempo y pasar el rato, sin tener realmente un trasfondo o relevancia y aun así, puede influir en millones de personas y provocar un gran desplazamiento de recursos debido al alcance masivo de los medios. A veces esto parece un mal inevitable: grandes cantidades de trabajo, tiempo y dinero dedicadas a la producción y promoción de innumerables obras completamente vacías y desechables, recursos que podrían ser invertidos en algo más productivo o enriquecedor… pero quejarme de ello no es la intención... al menos no en esta ocasión, además, por otro lado, la existencia de esta misma industria y sociedad vana y superficial, es lo que al mismo tiempo nos ha permitido tener a nuestro alcance material realmente sustancioso que de no ser así, tal vez nunca hubiéramos conocido e incluso, esa misma vanalidad puede ser la fuente de inspiración para una obra mas profunda y consistente.
Haciendo una analogía, muchas obras de ficción son como la fruta, algunas por fuera se pueden ver atractivas, pero en realidad, lo que nos comemos regularmente no es la cáscara. Esa parte hay que retirarla cuidadosamente hasta llegar a la pulpa, a lo que tiene realmente un valor nutritivo, es decir el trasfondo útil que podemos traspolar y aplicar en nuestra vida, pero por desgracia, algunas no tienen nada adentro. Algunas frutas son más sabrosas que otras y del mismo modo, habrá unas que son más nutritivas. Algunas son dulces, jugosas y carnosas, y hasta se pueden comer con todo y cáscara, pero otras no, son difíciles de digerir o duras para pelar, como en el caso de los piñones o las nueces cuya cantidad de contenido es limitado, pero bien valen la pena el tiempo y atención invertidos. Es más, habrá quienes ni siquiera se las sepan comer y las desaprovechen y por supuesto, también es en parte cuestión de gustos... Pero también, hay frutas cuyo tiempo ha pasado y ya no se aprovechan como antes, pero seguramente, su semilla sirvió para producir nuevos frutos... y otras que sin duda son buenas, pero aun es demasiado pronto para asimilarlas y es necesario esperar un poco más. Todo es cuestión de no dejar de insistir, de buscar, de seguir caminando.